Fundamentos sólidos en un entorno incierto3 min read
Tiempo de lectura: 3 minutosTexto: Departamento de Asesoramiento y Análisis de A&G
El mundo está hoy más revuelto que los mercados. Si uno observa las variables tradicionales que determinan el pulso de la economía, -crecimiento, inflación y tipos de interés-, el entorno continúa siendo relativamente favorable para los activos de riesgo. El crecimiento se mantiene en niveles bajos, pero resiliente, la inflación ha dejado de ser un problema y los tipos de interés en EEUU van a seguir bajando y por tanto, soportando el consumo. Todo ello configura un escenario central razonablemente positivo para las bolsas y el crédito.
Además, no creemos que el mundo vaya hacia una recesión. Al contrario: tras la desaceleración reciente, la economía global muestra señales de estabilización, y de cara al próximo año esperamos una recuperación hacia tasas de crecimiento más sanas y sostenibles. Especialmente relevante resulta el caso de Estados Unidos, donde los beneficios empresariales siguen creciendo a doble dígito. Este dinamismo corporativo es un pilar de apoyo esencial para los mercados de renta variable, y contrasta con la visión más pesimista que dominaba hace apenas unos trimestres.
No debe preocuparnos en exceso el hecho de que los índices bursátiles estén en máximos históricos. De hecho, a lo largo del tiempo, los mercados alcanzan máximos con frecuencia y las rentabilidades logradas invirtiendo días en los que la bolsa está en sus niveles máximos históricos, se ha demostrado en general, una buena estrategia.
Lo que sí es cierto es que las subidas recientes han sido muy verticales: el MSCI World acumula más de un +35% en apenas seis meses, algo que solo hemos visto en momentos excepcionales -post Covid, tras la crisis financiera y en 1999. Esa intensidad justifica cierta prudencia y por eso nuestro posicionamiento en renta variable es neutral y no sobre ponderar. Al analizar diferentes variables de posicionamiento y sentimiento inversor, llegamos a la conclusión de que quizá haya cierta complacencia, pero en absoluto estamos en un modo de euforia que nos obligue a pensar en un giro inminente.
Con ese escenario central y dando muy baja probabilidad a la recesión en los próximos 12-18 meses, descartamos, salvo shock exógeno imprevisible, un escenario de fuertes caídas en los mercados. Las carteras deben estar preparadas para navegar episodios de volatilidad, pero con la convicción de que el escenario central sigue siendo constructivo y por eso, en el contexto actual seremos más compradores de posibles bajadas, que vendedores de las subidas.
Siempre defendemos que el factor de mayor relevancia es el consumidor estadounidense y esta vez, coincidimos con la Reserva Federal en señalar el mercado laboral como el principal factor de riesgo. El problema de los datos de empleo es que son un indicador muy retardado y por eso seguimos muy de cerca variables de consumo, que nos ofrecen una visión más pegada a la realidad.
El recorte en el crecimiento y repunte inflacionista que muchos auguraban, consecuencia de la política arancelaria de Trump no ha llegado. Quizás esos efectos nunca se materialicen, como sostiene el propio Trump, o quizás, aunque aún no los hayamos visto, terminen llegando, pero podemos afirmar con poco miedo a equivocarnos, que los escenarios apocalípticos descritos en las fechas posteriores al día de la liberación, quedan eliminados.
En conclusión, el escenario principal es favorable, pero no exento de incertidumbre. La clave está en mantener un enfoque equilibrado: aprovechar las oportunidades que brinda el ciclo sin perder de vista los riesgos que acechan en la periferia. La diversificación, la calidad y la prudencia en la gestión son, una vez más, el mejor escudo para navegar este entorno.
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