Resistiendo al caos3 min read
Tiempo de lectura: 2 minutosTexto: Departamento de Asesoramiento y Análisis de A&G
Hace apenas tres meses, la narrativa dominante en los mercados era pesimista: se hablaba de una recesión autoinducida por la propia política económica de Estados Unidos. Los aranceles parecían frenar una economía sin capacidad ociosa, y cualquier estímulo adicional se consideraba inútil. Sin embargo, lo que más preocupaba no eran los datos económicos en sí, sino el fuerte deterioro del sentimiento, especialmente tras lo que Trump llamó el “día de la liberación”.
En aquel momento, muchos temían un parón brusco en el consumo y la inversión, pero los datos han contado una historia distinta. La diferencia entre las percepciones negativas y la realidad económica se ha ido cerrando con el paso del tiempo. El sentimiento del consumidor ha mejorado de forma notable, y los indicadores macroeconómicos apenas han retrocedido. Hoy no hay señales claras que anticipen una recesión inminente.
Aunque los aranceles y la política migratoria siguen siendo focos de tensión, ya no monopolizan la atención. Ahora comparten espacio con medidas más favorables para el crecimiento, como los estímulos fiscales y la desregulación. La nueva ley presupuestaria, apodada el “One Big Beatifull Bill”, adelanta recortes de impuestos financiados con mayor recaudación por aranceles y retrasa ajustes en el gasto público. Esto podría tener un efecto neto positivo a corto plazo sin empeorar drásticamente el déficit.
Algunos argumentan que los mercados están en un estado de complacencia porque las bolsas superan ya los niveles previos al conflicto comercial. Pero eso no significa que el riesgo haya aumentado. La confianza del consumidor, un sólido mercado laboral y unas condiciones financieras más favorables, inclina la balanza hacia una visión más constructiva.
A más largo plazo, hay señales de alerta. La hegemonía del dólar y la confianza global en los activos estadounidenses podrían debilitarse si persisten las dudas sobre el estado de derecho y la estabilidad institucional. No será un cambio inmediato, pero es una tendencia que merece atención.
Por ahora, lo cierto es que las revisiones de beneficios al alza, una Reserva Federal más expansiva, un dólar más débil, petróleo más barato y mayor claridad regulatoria están jugando a favor de la recuperación de los mercados. La pregunta es: ¿se trata de un nuevo equilibrio o solo de una calma antes de la tormenta?
En este contexto, adoptamos una postura neutral en renta variable, reconociendo que buena parte del rebote ya se ha producido. Mantenemos una visión algo más constructiva sobre los mercados de Europa y Asia, donde las valoraciones y el margen de mejora resultan más atractivos. En renta fija, la preferencia es clara: priorizamos la calidad crediticia, dado que asumir mayor riesgo apenas mejora la rentabilidad esperada en el entorno actual. En cuanto al dólar, mantenemos una actitud prudente; aunque buena parte de su corrección ya se ha materializado, los riesgos estructurales a largo plazo invitan a ser selectivos.
En definitiva, más que apostar por grandes movimientos, creemos que es momento de gestionar con equilibrio, foco en la diversificación y con flexibilidad ante un escenario cambiante.
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